El Paso Fino Puro Puertorriqueño se desarrolla entre dos escenarios: la raza y el deporte. Y como es natural, esto hace que coexistan dos clases de caballistas, los que son primeramente deportistas y los que tienen un interés particular por la raza. No se trata de que uno sea más “purista” que el otro, ambos tienen el mismo derecho de disfrutar de los caballos y las competencias. Pero en ocasiones, me parece que perdemos de perspectiva que la raza SIEMPRE va por encima del deporte.

Fíjate, la raza existía mucho antes que el deporte de Paso Fino. Se criaban caballos, se disfrutaban y existía un mercado para ellos. Para esto no eran necesarias las competencias ni los campeonatos. El deporte se instituyó como una herramienta para que los criadores pudieran medir el grado de mejoramiento que iban obteniendo de una generación a otra. Digamos que la raza es la razón primera del deporte, su razón de existir.

Es importante que entendamos esto… se puede participar en el deporte del Paso Fino Puro Puertorriqueño sin ser “purista”, pero todo purista disfrutará, aunque no compita, de una buena competencia de Paso Fino Puro Puertorriqueño.

Citando un editorial de la revista Paso Fino, a Puerto Rican Breed,

La raza es lo que heredamos de nuestros antepasados, es el esfuerzo de nuestros abuelos que, generación tras generación, se esforzaron por desarrollar el mejor caballo de silla del mundo. Hablar de raza es hablar de genes, de cruces, de características, de preservación y mejoramiento. Hablar de raza es hablar de la Ley de la Agroindustria, de registros y, cómo no, de pureza.

El deporte es el mecanismo que usamos para medir lo que vamos haciendo en la raza, para determinar su mejoría e incentivar su desarrollo. El deporte son las competencias, las ferias, los valores del año… El deporte son las entidades, con sus juntas y sus reglamentos; y aunque este es el escenario con el que más nos relacionamos, no es el más importante porque el deporte siempre debería ir subordinado a la raza.

Veamos… El deporte le pertenece a las entidades, ellas lo regulan y lo fomentan, y, en cierta medida, deberían cuidar y preservar la raza al mantener los ejemplares inscritos en sus registros. La raza, por otra parte, es propiedad de todos los puristas, independientemente de si pertenecen a una entidad u otra, y todos juntos tenemos la obligación y el deber de custodiarla para las siguientes generaciones.

Si eres deportista, ¡está bien! El Purismo necesita de personas que quieran participar de las actividades, de dueños que no se pierdan “ni un baile de gallinas”, que vayan hasta el fin del mundo si es necesario para llevar su caballo a competir y para ver a sus favoritos compitiendo. Pero no olvides que hay personas que están en esto por la raza y que para ellos, es una lucha constante tratar de conservarla viva para que la próxima generación de deportistas también pueda disfrutarla.

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