Tanto aquí en el blog como en PasoFinoForum, hemos expresado nuestro sentir sobre la forma como se están juzgando nuestros caballos. Repito una vez más, los juzgamientos actuales son MEJORES que aquellos de la época del “panismo”, pero mejores no quiere decir perfectos… y, lamentablemente, los nuevos jueces que van subiendo carecen de la conciencia histórica de lo que es el verdadero Paso Fino Puro Puertorriqueño y lo que le caracteriza delante de otras razas. Lo interesante de este ensayo es que es otra voz la que se levanta, poniendo en evidencia que el descontento con los juzgamientos está más generalizado de lo que las entidades parecen reconocer.

EN DEFENSA DEL PASO FINO PUERTORRIQUEÑO
Por: Antonio Ramírez Córdova

Confieso a rajatabla que he pensado y repensado el tema de este ensayo: Las decisiones en las competencias del caballo de Paso Fino, único en el mundo y a juicio mío, merecedor de ser declarado “Patrimonio de la Humanidad.”

Opino que con frecuencia las decisiones desatinadas de los consabidos jueces responden a la creencia de que se les ha otorgado una patente de corso para que se enmarque nuestro caballo de Paso Fino dentro de un laberinto signado por la modalidad del caballo colombiano, que es uno que pisa duro en la tabla de resonancia, saliéndose innumerables veces de los cuatro tiempos exigidos en nuestro deporte. Este paso es conseguido siempre a fuerza de doma y de trabajo intenso, ya que dicho caballo no nace con el mismo y sí con paso de trote y de trocha.

Antes de proseguir, deseo subrayar que estos jueces juzgan convencidos que el paradigma del Paso Fino es el caballo Capuchino, sin que a mi juicio, anide en ellos decisiones deshonestas por faltas de ética. No es, pues, descabellado decir que el caballo puertorriqueño y el caballo colombiano son el anverso o el reverso de una misma moneda, de ahí que aquellas decisiones provoquen rubor en no pocos entendidos del Paso Fino.

El chalán o jinete del caballo colombiano, rara vez va cómodo en la silla, cuando por el contrario el jinete del caballo nuestro, a través de la historia, ha podido sostener una copa de agua en la mano, sin que se haya derramado una gota, para beneplácito del publico espectador. Y es que el caballo nuestro es uno de paso cadencioso, acoplado, suave, delicado y rítmico, que hace que sus jinetes puedan parecerse a una obra de arte, por la quietud de sus respectivos cuerpos, semejantes a un árbol erguido a la orilla de un camino.

Dicho esto, conviene recordar que existe una sobresaliente historia de nuestro caballo que se remonta hasta finales del Siglo XVIII, plagada de innumerables ejemplares de solera y antología, que fueron juzgados por avezados jueces. Estos poseían una amplísima cultura en asuntos equinos y sabían el ABC del debido juzgamiento, porque conocían al vuelo qué caballo era el puntal de la competencia, decidiendo los eventos siempre, con rapidez y explicados con pocas palabras. De esta manera le evitaban al público salir de las competencias al filo de la media noche, como ocurre en la actualidad.

Estoy conciente de la dinámica que acarrean estas palabras, pero también lo estoy de que pueden ayudar a cambiar el rumbo de los problemas señalados dentro de un marco de noble contracrítica de aquellos deportistas que discrepen de mis opiniones.

Me he limitado a lo que he visto, estudiado y escuchado en amenos paliques con deportistas incondicionales de nuestro caballo de Paso Fino, que podrían también repetirse a coro, ya que no son espejismos nuestros, si no pareceres que reclaman urgentemente una toma de conciencia de los que tienen en sus manos las riendas de las instituciones llamadas a defender el caballo nuestro. De lo contario, mis palabras podrían convertirse en una crónica más de la muerte anunciada de un caballo que merece que nos quitemos siempre el sombrero dentro y fuera de la competencia, en vuelo inmóvil de admiración y querencia.

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