Nuevamente el Prof. Antonio Ramírez Córdova nos obsequia una estampa de nuestra raza al relatarnos la historia del caballo Campanero, sin duda alguna, uno de los grandes caballos de nuestro tiempo…

Campanero

Por Antonio Ramírez Córdova
Catedrático de Literatura, UPR Utuado

Campanero, el legendario campeón de Paso Fino Puertorriqueño, único en el mundo, nació el 1 de octubre de 1980 en Isabela. Destinado, desde que dio sus primero pasos detrás de su madre, Campanita, a ser un rey altivo en los picaderos del país. Un caballo que ha sido merecedor de palabras iluminadas dentro del fascinante montaje de ese capítulo enaltecido, dentro y fuera de las fronteras de la cultura puertorriqueña.

El día que lo vi por primera vez compitiendo, haciendo galas de un paso florido y altanero, le dije a un amigo: “Ese caballo gana al verlo”. Y así fue. Ganó imponiendo su clase, con prodigiosos relámpagos de cadencia y de brío quemante.

Es de dominio público que fue un caballo extraordinario que arrastró tras su bien ganada fama, a muchísimos entendidos, que veían salir de sus casco cuatro estrellas relucientes, como las de su padre, Ulesati.

Me limito a recoger su leyenda y su fama en merecidas palabras, amorosamente libres, como el viento, consciente de que la vida está hecha más de olvidos que de recuerdos.

Su criador fue el agrónomo, José Elías Abreu, que según sus más cercanos allegados, vislumbró, que el potrillo sería con el paso del tiempo un caballo sobresaliente en la historia del caballo de silla, tanto por su linaje, como por su fina estampa, sazonada de luceros, que rozaban sus crines al viento.

Se dice, que un testigo ocular, en los comienzos de su doma, bajo las riendas del maestro, Vivian Feliciano, expresó lo siguiente: “Ese potro lo hubiese querido para sí el Libertador Simón Bolívar”.

Y es que el caballo fue uno verdaderamente cadencioso, de un brío rampante, insuperable en su connotado equilibrio, perfecto de cuello, de alzada impetuosa, que dejaba boquiabierta a la cátedra.

Uno de sus privilegiados montadores, Gorito Ballester, dijo una vez lo siguiente: “No veo nada por encima de las orejas cuando Campanero se prende”, imaginándose que el caballo llevaba en esos momentos inolvidables, un par de jachos encendidos de tabonuco y el corazón de un cruzado medieval.

El deportista adjunteño, Jorge “Gory” Ballester, reconocida figura del deporte de Paso Fino Puertorriqueño, presintió también, que el caballo sería un campeón, muy caro a sus sentimientos y lo adquirió, para beneplácito de su esposa Lillian, y de sus hijos, Mario y Gorito. Por ello procuró que lo montaran siempre extraordinarios ases de la brida, como lo son: Vivian Feliciano, Minín y el Negro Kuilan, Rodrigo Brand, Gorito Ballester y el adjunteño Rodolfo Maldonado Vélez.

Todos ellos se percataron a tiempo, que al montar sobre sus lomos, eran partícipes de unas fiesta de dioses, donde el espectador podía también alborozarse por la pujanza, disposición y espontaneidad de Campanero, que naturalmente podía sobrepasar, con dichosos atributos, al mejor delantero “forward” de una recopa de futbol.

Gory Ballester habla del caballo con el orgullo del que siente en sus manos un cetro transparente e intocable de merecido orgullo. Dice que cuando mejor lo vio, fue una vez que su hijo Gorito, espontáneamente le soltó las bridas y que el caballo siguió tan campante, sin salirse de paso, sabiéndose un monarca que camina con altivez sobre los siete colores del arcoíris.

Sin ocultar su júbilo, añade que Campanero era poseedor en sus días de gloria de unos posteriores espléndidos que sobresalían de su visible firmamento, porque de sus cascos salía una música perfecta y en fuga, entre los majestuosos instantes de su reinado como campeón.

Conviene hacer hincapié que Gory lo adquirió, cuando el caballo tenía cuatro años y que fue un ganador en todas las competencias regionales, demostrando siempre su altísima magia de esplendor y de ensueño.

El color del caballo era color zaino entero, de tamaño mediano grande y de una presencia cuajada de donaire. Asombroso, como la imperecedera grandeza de su símbolo.

Fue campeón reservado en la Primera Competencia Mundial de Paso Fino celebrada en Ponce en 1989 y como era habitual en él, demostró ese día, su poética fugacidad, que se fue acrecentando, según pasaba el evento, mientras sus dignos rivales, iban apagándose paulatinamente sobre las ruedas de la tarde.

A Campanero lo domó pacientemente Vivian Feliciano, un as de ases de las bridas de nuestra historia, usando un “bocao corriente”, que tenía en su puente una marca invisible con una V de la victoria y que como se ha dicho, lo hicieron acreedor de la justa fama que rebasó también nuestras fronteras, ya que uno de sus hijos, el ejemplar Gavilán, asombró a espectadores del Canadá. Dicho caballo era hermano completo de Jacaranda de Campanero, tal vez la mejor yegua de Paso Fino vista de un tiempo a esta parte.

Para su mayor grandeza, Campanero fue un difícil viajero de carretera que llegaba a las competencias algo deshidratado, para luego crecerse, a pesar de la ventaja que daba, sacando siempre el poderío de su esplendor de caballo fino, apretando al final, como las certezas del alma de un guerrero imbatible.

Enjaulado, -dice Gory- siempre fue de temperamento dominante, como el rumor y el poderío de un río volcado.

El montador colombiano, Rodrigo Brand dijo una vez, sin inmutarse, que si Campanero hubiese pisado tierra colombiana, seguramente hubiese empadronado cientos de yeguas, obligando a levantar los párpados a muchos conocedores del mundo del caballo, en ese país de realismo mágico, donde cabe tanta poesía y tanta música.

En su vejez el caballo campeó a sus anchas en el potrero de don Rubén Reyes en Juncos, quien supo siempre que tuvo allí a uno de los grandes campeones de Paso Fino de todos los tiempos. Al referirse al caballo Campanero siempre dijo “el caballo de Gory”, en tributo a la amistad que los ha unido en las ondas del tiempo.

Comentarios de otras personas

  1. El ejemplar Gavilan de Campanero fue llevado a Canadá por este servidor y gracias a la gentileza y confianza de mi amigo Gori Ballester. Allí fue exhibido en la actividad equina más grande del mundo, llamada Equi Fair. Esta se celebra todos los años en la ciudad de Calgary, una actividad dedicada a los campeones de salto de los 10-12 paises mejores del mundo, con premios de sobre $1 millón de dólares y ante una concurrencia de sobre 150,000 personas en los 5 días de competencia. Con el auspicio del Departamento de Agricultura y de la Compañía de Turismo de Puerto Rico, tuvimos el privilegio de asistir a este magnífico evento por espacio de 10 años.

    En adición a los eventos de salto, diariamente se llevaban a cabo exhibiciones de las diferentes Razas de Caballos del mundo, ante el beneplacito de la concurrencia. Y ahí se exhibió a Gavilan de Campanero y allí fue vendido a la familia de Don & Linda Harrison de la ciudad de Calgary. Esta familia encantadora aprendieron a conocer y a amar el Caballo de Paso Fino de Puerto Rico, tanto así que al día de hoy mantenemos una cordial y estrecha amistad con ellos, no empece la distancia y han mantenido pura la raza, ya que obtuvieron también un par de yeguas nuestras.

    Juan Eduardo Villanueva

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