Retomo el blog después de muchos meses con una conferencia que el profesor y querido amigo Antonio Ramírez Córdova dictó en el mes de abril en el Picadero de Trujillo Alto. En ella nos presenta, en su estilo único lleno de poesía, un resumen de lo que ha sido la historia de nuestra raza. Espero que la disfruten tanto como yo.

Historia mínima del Paso Fino

Por: Antonio Ramírez Córdova

Buenos días para todos. Agradezco profundamente esta invitación para ofrecerles una mínima historia del caballo de Paso Fino, reconocido internacionalmente como único en el mundo y desarrollado en nuestro suelo y tan necesitado de una profunda toma de conciencia en los cuatro puntos cardinales por todo aquel que lo ame profundamente.

Caballo que merece que en los establos y en los hogares donde es querido aparezcan letreros que digan: “El caballo de Paso Fino es mi alegría, tengo que amarlo y defenderlo, me hace feliz y es mi orgullo.”

Sé que estoy ante un grupo de jóvenes que desea saber un poco más sobre su historia y por eso espero que sepan comprender mi incondicional defensa de ese glorioso caballo, ya famoso en la bola del mundo. Si no fuese correspondido, me quedará el consuelo de haber sido fiel a mis principios.

Sucede que estoy plenamente convencido de que es necesario que nuestro pueblo adquiera una más amplia cultura sobre la trascendencia histórica de dicho caballo para que pueda proseguir adentrándose en su prestigiosa morada de fama y esplendor a través del tiempo de la mano de Dios, su Hacedor.

Si me excediese en mis decires les doy de antemano mis más sinceras excusas como un seguro amigo dispuesto en todo momento al diálogo.

Aprovecho la ocasión para decirles, que nada más lejos de mi espíritu está el pretender equipararme en el conocimiento de la historia del caballo de Paso Fino, que el adquirido por sus sobresalientes historiadores, cuyos libros están a disposición de todo aquel que desee adentrase en el tema que nos atañe en este momento, en ese mundo mágico, poético e inigualable, que es el quehacer a través de la historia de su raza, que según palabras del doctor Ferdinand Padrón, poeta, ensayista y profesor de Literatura de la Universidad de Puerto Rico en Utuado, que es un tesoro nacional. Me refiero a don Ramón Ruiz Cestero, al doctor Carlos Gastambide Arrillaga, al doctor José M Laracuente, al Lcdo. Eduardo Quijano y al amigo David Lang, pero como me comprometí con los organizadores de esta actividad de hacer un resumen de la consabida historia, proseguiré con estas palabras, esperanzado de que puedan calar profundamente en sus respectivos corazones, principalmente en los jóvenes, que son los pinos nuevos del país, como los llamó el apóstol cubano, José Martí. Nuestros caballos han llegado a la absoluta fama de lo eterno por haber deslumbrado a nuestro país, así como a ciudadanos de otros mundos, como sucedió en el año 1948 en Paris, Francia, cuando el ingeniero Don Félix Benítez Rexach exhibió por los Campos Eliseos de aquella ciudad a 3 ejemplares nuestros. Estos se llamaban Dulce Sueño Segundo, Emperador y Perla. Los mismos fueron montados diestramente por Don Minin Kuilan provocando alegría y júbilos a los que presenciaron tan memorable hecho en un país que había sido devastado por lo acaecido en la Segunda Guerra Mundial.

Antes de proseguir debo subrayar que todos los aquí presentes estamos ya marcados con huellas indelebles por unas palabras que escribió el famoso caballista español, Don Alvaro Domec, que tenía en las paredes de sus establos un letrero que decía: “El caballo es mi afición”. En el caso nuestro podemos decir, haciéndonos eco de tan valiosas palabras, que el caballo de Paso Fino es nuestra afición, así que vamos al grano para adentrarnos someramente en su historia.

Podemos trazar los albores de nuestro caballo de Paso Fino con las siguientes palabras: en el año de 1509, Juan Ponce de León, conquistador español, trajo a nuestro suelo, procedente de la Española, isla que hoy en día está compuesta por las repúblicas de Dominicana y Haití, yeguas de vientre por los puertos del oeste de Puerto Rico, según cuentan las crónicas de la época. En el segundo viaje del almirante Cristóbal Colón en 1493, dejó en nuestras riberas caballos españoles de la raza árabe berberisca y andaluza, que eran las razas predominantes en la Península Ibérica.

El reconocido historiador David Lang, nos dice que para 1521, el español García Troche, yerno de Ponce de León y conquistador de Centro América, llevó caballos nacidos en nuestro suelo a Trujillo, territorio de la actual Honduras, para fortalecer las guerras de la conquista por aquello dominios.

Para el año 1532, prosigue diciéndonos David Lang, que el señor Asencio de Villanueva, hacendado de las tierras de lo que es hoy el pueblo de Jayuya, comenzó a exportar caballos para Perú, a petición de Fernando Pizarro, hermano de Francisco Pizarro, dueño y señor de aquellas tierras, que pertenecieron al Imperio Inca, a nombre del emperador Carlos V y Primero de España.

Con el paso del tiempo se acrecentó la crianza de caballos en nuestro país. El doctor Don Carlos Gaztambide Arrillaga, en algunas de sus páginas, nos aclara, que la jaca navarra y la jaca andaluza se sumaron a las ya citadas razas, para beneficio de la nuestra. Así que en estas breves palabras, tenemos meridianamente claro, cuales son los antecedentes del caballo del Paso Fino.

El poeta peruano, José Santos Chocano, nos describe la grandeza de aquellos caballos en un poema dedicado a los de la conquista y en uno de sus versos dice: “los caballos andaluces, cuyos nervios tienen chispas de la raza voladora de los árabes, estamparon sus gloriosas herraduras en los secos pedregales, en las pampas, en las sierras, en los bosques y en el valle” y nosotros podemos añadir, que los que llegaron a nuestras playas también estamparon sus gloriosas herraduras por los adoquines de San Juan y por nuestros caminos Reales, principalmente en las fiestas dedicadas al apóstol Santiago, patrón de España y las dedicadas a San Juan Bautista, que ya eran célebres y afamadas en el Siglo XVIII.

Dicho siglo nos permite proseguir esta charla para irnos tras el rastro del caballo de Paso Fino, que por lo dicho anteriormente, ya descollaba a sus anchas, deslumbrando a visitantes extranjeros. Esos logros de nuestro caballo fueron el fruto de la sabiduría y la intuición de sus criadores. Podemos afirmar que nuestro caballo salió por fortuna, de los prolongados esfuerzos de aquellos señores que hicieron que el paso fino pusiera a temblar las estrellas, como diría el inmortal poeta andaluz, Federico García Lorca.

Desgraciadamente no sabemos ni sus nombres, ni sus apellidos, pero los imaginamos satisfechos y sonrientes porque escribían unas páginas doradas de nuestra historia general.

En 1782 Fray Iñigo Abad y La Sierra hizo merecidas alabanzas a nuestros caballos y de nuestros jinetes y amazonas, ya diestras en el arte de la equitación, subrayando, que hasta las niñas pequeñas eran llevadas en el alzón de la silla de un caballo para que se convirtieran en diestras amazonas. Ese hecho significativo nos da un claro indicio de la suavidad de la pisada de aquellos caballos.

En 1797, el naturalista francés, Andre Pierre Ledru, también elogió la valía de nuestros caballos escribiendo en una de sus crónicas que, “son ágiles y desde muy joven se les doma, haciéndoles adquirir una especie de paso que llaman andadura. Los mejores valen de ciento a ciento cincuenta pesos”, añadiendo además que eran caballos de sobre paso, paso corto y paso largo.

Un tiempo antes Don Alejandro O Reilley, hizo un censo de nuestro caballo el cual establece que en la isla habitaban para el año de 1765, 18,157 equinos y que los mejores pastaban en los campos del pueblo de Arecibo. Estos se vendían en sumas muy respetables para la época. Dicho funcionario español también añade, para orgullo de los jóvenes jinetes y amazonas aquí presentes, que para los isleños montar a caballo era lo mismo que vestirse. En la isla no había escuelas de equitación, según explicó.

Bien podemos concluir que nuestros caballos eran unos de andares finos, llevados de la mano por personas diestras en la ciencia de la doma y por los ya citados criadores que supieron seleccionar sementales y yeguas madres, marcándoles así el rumbo a los equinos nacido en el Siglo XIX.

El doctor Manuel Alonso en sus comentarios sobre las costumbres puertorriqueñas y autor de un clásico de nuestra literatura, la obra El Gíbaro, publicada en 1849, en la ciudad de Barcelona, España, reclama certeramente que se establezca una junta de criadores y aficionados de vasto conocimientos y de buenos deseos para reglamentar los premios en las fiestas de San Juan y San Pedro, pidiendo además, que se publique en los periódicos los ganadores y los nombres de sus dueños, llamándole también la atención a la Sociedad de Amigos del País para que se perfeccione nuestra raza caballar. Estas recomendaciones sirvieron de estímulo y de amplias esperanzas en nuestro pueblo para que en el transcurrir del tiempo los caballos nuestros se destacaran por su paso natural de cuatro tiempos laterales y que lo de paso corto y fino fueran utilizados por hacendados y mayordomos para sus paseos por la finca y sus desplazamientos de un pueblo a otro.

Conviene subrayar que desde entonces surge el término Paso Fino, nombre con el que se conoce hoy a nuestro caballo de cuatro tiempos en su andar, que es uno rítmico, cadencioso, elástico y suave de movimientos reflejado en el lomo, en el anca y en su montura, a tal extremo de comodidad que su jinete bien puede sostener una copa de agua llena hasta cerca de sus bordes, sin que se derrame, si éste sabe sostenerla.

Podemos añadir a lo dicho que anda con gracia, donaire, viveza, fogosidad y magia exhibiendo todo el tiempo su cuello arqueado, sus orejas atentas y rabo tentador que multiplica su grandeza como el mejor caballo del mundo, dígase lo que se diga, ya que como decían los antiguos romanos, la cosa habla por sí misma.

Pienso que su sorprendente aparición es toda una lección histórica de buena suerte, provocada por la inmensa sabiduría de aquellos criadores que se esforzaron para lograr que nuestro caballo fuese uno cimero. Subrayar lo dicho nunca saciará mi cariño a dicho caballo. Su tema apasiona para sencillos paliques y buenas tertulias de sobremesa, un motivo para filosofar como algo inigualable que nos ha tocado vivir a los puertorriqueños. Por lo dicho el Paso Fino no merece que se le dé la espalda para apoyar influencias lejanas a su grandeza.

Digo estas palabras consciente de que no estoy aquí para superar nostalgias del Siglo XIX. Tampoco tengo una patente de corso para creerme una máxima autoridad en el tema. Nos recuerda el doctor José R. Laracuente, para que jamás se nos olvide, y cito: “que su peculiar modo de andar es dificilísimo de describir y mucho peor de juzgar, pues por más se intente describir lo observado, nuestro caballo establece un sentir de armonía, ritmo y belleza, lo cual es logrado por el hombre solo al mirar una obra maestra de Goya, Velázquez y Reembrant y que es lo mismo que disfrutar una Sinfonía de Mozart por su estilo delicado, jocoso y de refinamiento espiritual o también cuando se escucha una exquisita danza puertorriqueña, enriquecida por rítmicas melodías y cadencias que llenan el ambiente de puro romanticismo.”

Dicho esto podemos proseguir resaltando el desarrollo del caballo de Paso Fino, adentrándonos a la verdad de su historia a lo largo del Siglo XIX.

En 1849 el año, como ya dijimos anteriormente, que se publicó El Gíbaro de Don Manuel Alonso, se dio un hecho insólito y absurdo en los anales de nuestra historia. Sucedió que el gobernador y Marqués, Don Juan de la Pezuela, dictó un bando el 6 de julio amparándose en razones de índole moral y de seguridad, que lo llevó a prohibir las carreras de caballos y las famosas “candeladas”, que no eran otra cosa que el hecho de saltar con el caballo sobre fogatas. Este las llamó despectivamente costumbres bárbaras haciendo hincapié que los dueños de los caballos y los jinetes puertorriqueños eran enemigos del régimen español y aprovechaban las carreras para conspirar contra éste. Si proseguimos interpretando ese hecho podemos decir que tan siniestro bando, como afirma el Lcdo. Quijano en su libro de historia del Paso Fino, intentó menoscabar las potencialidades de nuestro caballo porque ya se visualizaba como uno superior al de los españoles. El caballo de Paso Fino contribuyó a la afirmación de la nacionalidad puertorriqueña, lo cual provocó sentimientos de odio y envidia en Pezuela. Esa nacionalidad nuestra cuajó significativamente en el Grito de Lares de 1868.

En 1885, seis años después dicho bando o decreto, fue abolido por lo imprudente e irrazonable que fue y el pueblo puertorriqueño pudo seguir celebrando las carreras de caballos, las candeladas y sus fiestas patronales.

En 1865, el escritor puertorriqueño, Don Federico Asenjo, escribió que nuestro caballo prestigiaba maravillosamente ferias y concursos y lo llamó caballo indígena. Eso incluía nuestros caballos de andadura, de bellas formas y de paso fino. Gracias a sus escritos sabemos los nombres de algunos de esos ejemplares: Redactor, Moro, Caramelo y Rompelozas, los cuales fueron premiados en el primer concurso celebrado en aquel año. Añade Asenjo que fueron admirados al punto en que muchos de ellos fueron adquiridos por hacendados de las Antillas Mayores, los cuales pagaron altas sumas de dinero.

Gracias también al Lcdo. Quijano, sabemos de dos afamados caballos que sobresalieron a finales del Siglo XIX y principios del XX, y que respondían al mismo nombre: Manchado. El primero pertenecía a la familia Aponte de Yabucoa y el segundo al hacendado caguëño, Don Nicolás Quiñones Cabezudo. Muchos caballos de Paso Fino del presente tienen como característica una mancha blanca en alguna parte de su cuerpo, según el Lcdo. Quijano. Amparándose en la sabiduría de nuestro folcklore , asegura que esta es la mancha de plátano del puertorriqueño. El poeta Don Luis Llorens Torres en una de sus décimas afirmando la puertorriqueñidad, nos dice que dicha mancha nos marca “per secula seculorum”, es decir, por los siglos de los siglos.

Debo proseguir esta charla o conferencia recordándoles que a finales del Siglo XIX y a principios del XX nuestra raza se cruzó con ejemplares de razas europeas y norteamericanas. El Dr. Don Carlos Gaztambide Arrillaga, ilustre añasqueño, nos dice que nuestro caballo sumó a su sangre algunas gotas de la sangre de la raza Morgan, de ahí que aparezca su nalga redondeada. Eso obedeció a la voluntad de los criadores, Don Florencio y Don Clotilde Santiago del pueblo de Coamo y a Don Eugenio Verges del pueblo de Guayama. Añade también en una de sus páginas que en nada se afectó el paso de nuestro caballo.

El Siglo XX es verdaderamente arduo para mí resumirlo en tan poco tiempo, como el que dispongo en el día de hoy. Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que se mejoró significativamente la raza de nuestro caballo. Comenzaron a aparecer los afamados caballos Garzas de la familia Calaff de Manatí, los Faraones de la familia Roig de Humacao, los Copas de la familia Arrieta de Bayamón, los Regalo de Don Manuel González de Salinas y los Príncipes de Don Eduardo Méndez de San Sebastián del Pepino. En esa época también se destacan los caballos de don José Pérez Llera de Cayey, entre éstos, Faraón Viejo y la Mosqueada, padres del ejemplar Dulce Sueño, conocido por el Padre de la raza caballar puertorriqueña contemporánea.

En el Siglo XX proliferaron las ferias agropecuarias en las principales ciudades del país, como Ponce, Mayagüez y Arecibo. También proliferaron coloridas exhibiciones en los hipódromos Las Monjas, Quintana y Las Casas en las décadas de los años 30 y 40, lo mismo en las pintorescas plazas de Recreo de todos los pueblos con motivo de las tradicionales Fiestas Patronales. Citaremos algunos de estos hechos: el domingo 26 de noviembre de 1933 se celebró en Las Monjas unas competencias de Paso Fino, entre carrera y carrera, exclusivamente por ejemplares montados por diestras amazonas.

En la Feria Agropecuaria Industrial de Arecibo del año 1937, se celebró el Primer Campeonato de Caballos y Potros de Paso Fino. En este evento resultaron victoriosos el caballo Copita y el potro Borinquen de Don Ubaldino Ramírez de Arellano. En 1938 Puerto Rico obtuvo un nuevo campeón: Dulce Sueño Jr. propiedad de Don Diego González de Isabela, ejemplar que resultó consecutivamente tres veces campeón y que murió el 19 de enero de 1942.

En el año 1939 en la Feria Agropecuaria de Mayagüez se celebró por primera vez un campeonato para potros menores de tres años, resultando victorioso el potro Congo Fino, propiedad de Don Lorenzo Colón Padilla de Arecibo.

El 29 de abril de 1941 murió en la finca La Tuna en Guayama el inmortal jefe de la raza contemporánea, Dulce Sueño, que fuera propiedad de Don Genaro Cautiño Insúa. Dicho semental fue domado por otro maestro de la silla, Don Eusebio Massó. Sus hijos fueron todos campeones o merecedores de dicho título: Dulce Sueño Jr., Guamaní, Batalla, Fantasía, Noche Buena, Congo Fino, Duce, Niño, Telégrafo, Caramelo, Indio, Arrogante, Cacique, Dos de Mayo, Almirante, Sabroso, Celestino y Notable.

En 1943 se estableció el primer registro genealógico del Caballo de Paso Fino, fruto de la toma de conciencia de la Asociación de Dueños de Caballos de Silla de Puerto Rico, que en 1965 pasó a llamarse Federación del Deporte de Paso Fino de PR.

Otro suceso de gran envergadura en la historia que narramos esta tarde, acaeció el 27 de febrero de 1946. En esa memorable fecha en la República Dominicana se celebró una competencia de nivel internacional en la cual participaron caballos nuestros. Se le llamó El Primer Torneo Interantillano del Caballo de Silla. Obtuvieron premios Copita y Baby, representantes de nuestro país, el último, propiedad del fenecido deportista naguabeño, Don William Fuertes.

El Paso Fino prosiguió encampanándose en la historia de nuestro país en la noche del 26 de junio de 1949 en el legendario Parque Sixto Escobar. Aquel domingo se celebró una sonada competencia que fue comentada por la prensa puertorriqueña con un gran despliegue de páginas. Dos hijos de Dulce Sueño aspiraron al título de campeón y en una cerrada decisión resultó victorioso el ejemplar Caramelo, de Don Manuel Hernández Rosa de Mayagüez, montado magistralmente por Ignacio “El Jockey” Arroyo. Su dignísimo rival fue Guamaní, montado por otro as de la brida puertorriqueña, Don César Figueroa. Guamaní obtuvo después el título de campeón por tres años consecutivos.

En 1952 el gobernador Don Luis Muñoz Marín, proclamó el Paso Fino como Deporte Nacional y luego en 1955, el deportista Don Manolo Cáceres, fundó la Academia de Equitación Sabana Llana en Carolina. Este era propietario del campeón de Bellas Formas, el ejemplar Marinero. Dicha academia celebró una histórica competencia para jinetes juveniles, que dieron lustre y dignidad a la equitación puertorriqueña. Esta fue la primera en la isla.

En 1966 llegó a Puerto Rico el caballo colombiano y la Asociación Insular recién fundada, permitió que dichos ejemplares fueran inscritos en el registro genealógico del caballo nuestro. A partir de esa fecha se cambió rotundamente el rumbo de la historia del Caballo de Paso Fino. En 1968 se organizó una competencia exclusiva para yeguas y potrancas que tuvo una gran acogida en el pueblo puertorriqueño.

Otro hecho que debemos subrayar es que se crearon también dos prestigiosas asociaciones en defensa de nuestro caballo, primero la Asociación Insular de Dueños y Criadores de caballos de Paso Fino Puros Puertorriqueños en el año 1973 y al año siguiente se fundó el club CERA, Club de Equitación de la Región de Arecibo. Ambas instituciones tenían el propósito de impulsar también el deporte del Paso Fino en Puerto Rico.

En 1978 el público puertorriqueño fue testigo de una competencia llamada Los Abiertos, donde participaron caballos colombianos y caballos nuestros. A partir de esa fecha, paulatinamente, el caballo colombiano fue convirtiéndose en dueño y señor del espectáculo ofrecido por los caballos de silla.

En el año 1979, como contrapartida a ese hecho se celebró en Guayama la primera Feria Dulce Sueño y en 1984 La Feria del Campo, organizada por la Federación de Caballos de Paso Fino Puertorriqueño.

En 1988, como homenaje a nuestro caballo, se estableció el Salón de la Fama del Caballo de Paso Fino.

Actualmente en Puerto Rico se celebran muchísimas competencias en diferentes puntos de la isla, en las cuales participan los mejores ejemplares. De un tiempo a esta parte, no pocas veces las decisiones en los juzgamientos son emitidas por jueces marcados obviamente por la influencia del caballo colombiano.

Por eso, como propietario y ex juez en competencias de Paso Fino, que se remontan a los años 1968 y 1969 en la Federación de Caballos de Paso Fino, he sido un gran defensor de nuestro caballo y crítico acérrimo de los juzgamientos que imperan bajo el crisol colombiano. Por ello he difundido en la página de Internet, PurodeAquí.com del deportista y querido amigo, Romualdo Olazábal, hijo, la siguiente carta abierta:

“Escribo con una preocupación apremiante, con claridad de ánimo. Se trata de las competencias del caballo de Paso Fino nuestro. Estoy convencido que dicho caballo pisa ya sobre una ancha penumbra, hecho que aflora las veces que es juzgado a merced de criterios foráneos, enmarcados en el paso colombiano, que es antagónico al del caballo nuestro, cuta raza se remonta al Siglo XVIII.

En pocas palabras, dichos jueces ya comienzan también a emitir sus laudos micrófono en mano, recurriendo incluso al habla a los giros y a los decires del país hermano. Yo pregunto, ¿Cuántos de dichos jueces poseen un caballo Puro? ¿Cuántos lo favorecen? ¿ Cuántos le han dado de comer?

El pueblo puertorriqueño deber sopesar lo dicho, así como los llamados a defenderlo con la lanza en ristre, ya que los portones del Paso Fino están abiertos de par en par, hecho que atenta contra la cultura puertorriqueña al borde de un abismo insondable. ¡Ay bendito! ¿Es qué no hay jueces puristas disponibles para juzgar nuestro caballo, que es el fino, el delicado, el de los cuatro tiempos?”

El caballo nuestro merece un desagravio. Nadie debe sonrojarse. El ayer se fe, pero estamos ante un dilema moral, el caballo de Paso Fino o el caballo colombiano. Yo, en este momento le rindo otra vez un mínimo homenaje. Son unas décimas que grabo el cantor nacional Andrés Jiménez en su CD titulado “Así Somos”.

DÉCIMAS PARA EFREN IRZARRY LAMELA

En el rumbo de mi vida
frente al remanso del río,
canto al campo labrantío
de mi tierruca querida.
Canto en décima sentida
con sazón puertorriqueño,
mientras cepillo risueño
para proseguir camino
mi potro de paso fino
biznieto de Dulce Sueño.

Voy a superar el trino
del zorzal y el ruiseñor
cantando trovas de amor
en fiestas de Paso Fino.
Que cantar es mi destino
bajo las luces del viento,
exaltando el sentimiento
del prisionero en lo bello,
porque lo arropo el destello
del criollo embrujamiento.

En la orilla florecida
y en el nido del ensueño,
mi cantar puertorriqueño
es otra mano extendida.
El caballo me da vida
bajo ese azul valeroso,
pues me siento venturoso
porque Dios dejo su huella
en la rutilante estrella
de su paso cadencioso.

Cuando el sol esta bravío
mi caballo es una fiesta,
lo mismo por la floresta
que por la orilla del río,
Y en abierto desafío
por las luces de los pinos,
por poéticos caminos
se vuelve arpegio encantado,
como su paso avivado
en cuatro tiempos Divinos.

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Conferencia dictada por invitación de la Alianza del Paso Fino en el Picadero de Trujillo Alto el sábado 6 de abril de 2014.
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